El nazareno, un embajador de barrio

En esta segunda entrega del monográfico sobre la trascendencia de la figura del nazareno, no quiero dejar de mencionar la importancia de respetar el revestirse de nazareno. Vestir la túnica, no es solo para prepararse para salir en procesión X día de la Semana Santa, sino que es para señalarnos ante Dios como seguidores suyos, pecadores y arrepentidos. Así como para ayudar a mostrar nuestra cercanía, y elevar las oraciones al Altísimo.

Entrando en materia, mucho se ha hablado de la figura del nazareno de negro, y el nazareno de capa. Y para dar más luz sobre este asunto, debemos ir a Sevilla. Aprovecharemos para desmentir ciertas creencias populares, así como pondremos en valor otras.

¿Cuándo se incorpora la capa a la túnica nazarena? Bueno, muchos creen que fue en la Hermandad de la Macarena, en 1888, cuando Juan Manuel Rodríguez Ojeda diseña la remodelación del hábito de la cofradía. Pues nada más lejos de la realidad. Sería la sexta hermandad en realizar este cambio, tras realizarlo en los años 50 del s. XIX, la hermandad sevillana de la Quinta Angustia. Del mismo modo, tampoco fue aquí donde se incorporan los colores en las túnicas nazarenas, pues ya se venía haciendo desde el s. XVIII con hermandades ligadas a órdenes religiosas.

Lo que hay que reconocerle a Juan Manuel, es el trascendental cambio de dinámica, y enriquecimiento del sentir de barrio. Y aquí es donde radica lo que en nuestros días entendemos por hermandad de barrio, y hermandad de centro. Rodríguez Ojeda entiende la realidad de su barrio de la Macarena, y ve como la salida de su hermandad supone una fiesta para todos los vecinos. Incorporando de esta forma los mejores materiales a su túnica, hace ver esta realidad del barrio, “que se viste de fiesta” en su discurrir por el barrio. Esto se irá generalizando entre las hermandades de la penitencia con un sentir de barrio similar, provocando de esta manera una diferencia entre las señoriales hermandes de centro, de negro y esparto, más ortodoxas en la usanza del nazareno, y las de barrio que incorporan en su cortejo este sentir festivo de su collación.

Sin lugar a dudas, siendo de barrio, o centro, de esparto, o capa, vestir la túnica; invisibilizarse ante el mundo, para que solo Dios pueda verte, es de una riqueza inconmensurable.

Por Pablo González

Foto: Eduardo Briones

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