La Virgen de la Soledad, cinco veces centeneria

Los primeros datos históricos escritos sobre la Soledad en Chiclana de la Frontera datan de 1525, año en el que se recoge en el Catastro Provincial de Cádiz conservado en el Archivo Histórico Provincial que ya era venerada en una capilla ubicada en el mismo lugar donde actualmente se encuentra, en un pago que ya recibía el nombre de Ntra. Sra. de la Soledad. Y este no es un dato aislado, pues nos sugiere que la Soledad de Chiclana es una de las primeras de España venerada con esta advocación; no sólo es la dolorosa más antigua de nuestra ciudad. Más aún si tenemos en cuenta que la devoción por Nuestra Señora de la Soledad en el reino tuvo su máxima difusión a partir de la segunda mitad del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II. Fue en su corte establecida en Madrid donde la Virgen de la Soledad adquiere mayor relevancia tanto en España como en los territorios de Ultramar. Esto quedó reflejado en la forma en la que a partir de entonces será reconocida dicha advocación, ya que a través de la condesa doña María de la Cueva (camarera mayor de la reina Isabel de Valois), que donaba en 1565 sus propios trajes de viuda para vestir a una Virgen de la Soledad, hizo que pronto se extendiera a otras dolorosas del reino; manto negro con saya blanca del mismo color que se cubre con una toca blanca. Este era el modo de vestir de las viudas de la corte de los Austrias.

El origen de la Virgen de la Soledad en Chiclana aún es enigmático (según la tradición, es obra de un escultor errante de finales del siglo XV), pero por lo que se conoce a través de la primitiva capilla de la Soledad en Chiclana, a extramuros de la población y bastante alejada de la misma, fue edificada en un terrazgo de propiedad señorial (un mayorazgo), probablemente de la familia de los Molina – quienes dominaron el Concejo durante los siglos XVI y XVII –, propietarios de las tierras y bodega donde tiempo después, ya en el XVII, se convirtieron en propiedades de las Agustinas Recoletas. Precisamente antes de la llegada de esta orden hay datos conservados en el Archivo Histórico Municipal que nos refieren que en 1644, D. Alonso de Molina donaba a la recién instituida cofradía del Nazareno de las Cinco Llagas una bodega para hacer de ella una ermita para esta cofradía. Más adelante, donaría tierras y casa para las monjas Agustinas procedentes de Granada que llegaron en la Navidad de 1666. Relacionando estos datos con los pocos encontrados de la Soledad en esta época del siglo XVII, por otra parte sí se conoce que desde 1642 la cofradía de la Soledad tenía su sede en el convento de San Agustín, donde esta noble familia de la villa tenía instituido el patronazgo de la capilla mayor. La Soledad como institución cofrade debió surgir, pues, en esta iglesia conventual, dada la lejanía de la capilla original respecto a la población y la relación de esta cofradía con el entierro de los difuntos en el antiguo camposanto próximo al convento de San Agustín.

El mayordomo de la cofradía del Santo Entierro de Cristo Nuestro Señor y Su Stma. Madre en su Soledad encarga en el siglo XVII las imágenes titulares al escultor Andrea de la Cuesta –genovés afincado y casado en Chiclana –. Fue hace unos años cuando fue hallado el documento original del Yacente articulado –tallado en madera de ciprés– por el que han sido desvelados interesantes datos desconocidos hasta entonces sobre la autoría del Cristo – y quizás también el de la Virgen–, imágenes que hoy se encuentra en la capilla del Santo Cristo.

La vida de esta cofradía tiene la especial singularidad de haber sido una de las pocas en España de mantener el ritual medieval de Semana Santa durante los siglos XVII, XVIII y parte del XIX. Este ritual tiene su origen en el más antiguo de los cristos yacentes articulados que se conservan: el Cristo de los Gascones, una talla románica de finales del siglo XI o principios del XII conservada en la iglesia de San Justo, en Segovia, de tamaño natural realizada en madera policromada, con goznes en los hombros y codos que permiten su movilidad. Esto se debía a su funcionalidad, pues esta ceremonia litúrgica consistía en la representación del descendimiento y entierro de nuestro Señor: el rito conocido comoDepositio-Elevatio-Visitatio. Era una representación teatral; de hecho, remonta al origen mismo del teatro, al siglo XV, cuando los dramas litúrgicos comienzan a salir de los templos.

Por su parte, la primitiva Soledad (la que actualmente conocemos), no fue olvidada durante el tiempo en que estuvo activa la cofradía de la Soledad del convento de San Agustín, pues aparece en un romancero fechado en 1689 conservado en la Biblioteca Nacional de España. Reinando Carlos II, último rey de la Casa de Austria – de donde procedía la devoción por la Virgen de la Soledad –, se narra la defensa de la Virgen a su devoto el corregidor Don Rodrigo Cavallero Illanes. La carta la escribió un soldado de la Armada Real a un correspondiente de la Corte, un tal D. Juan, a quien va dirigida la carta, según da cuenta el comienzo de la misma. (Toda la carta al completo está editada en el libro Chiclana en el romancero. Dos pliegos de cordel del siglo XVII, de Juan Rodríguez Ballesteros).

Cuando los Agustinos abandonan su sede conventual en 1778, en que se trasladaban a San Telmo, la cofradía debió permanecer allí al menos hasta el año 1814. Incluso, según testimonio oral, el Cristo protagonizó alguna salida procesional como crucificado entrado ya el siglo XX, según relata Juan Carlos Rodríguez en su libro Laurel y rosas. Historia, cultura y patrimonio en Chiclana de la Frontera desde su origen hasta nuestros días.

Por otro lado, la antigua ermita de la Soledad del campo y la devoción por la imagen de la dolorosa de este nombre debió hacerse más popular entre finales del XVIII y sobre todo el XIX, como prueba el rico ajuar que posee la Virgen de la Soledad. A mediados de esta última centuria, los procesos de desamortización de las extensas áreas de huertas pertenecientes a las Agustinas Recoletas, tal vez harían más accesible esta zona salpicada de pequeños santuarios o humilladeros que daban cuenta de lo sacralizado de estos caminos. La desamortización, por otra parte, también privó a las cofradías de aquel momento de sus propiedades y tierras. Por último, el traslado del camposanto a los pagos de la Soledad en 1884 y lo transitado de estos caminos hizo renacer la devoción por la Virgen de la Soledad, coincidiendo con el declive institucional de la cofradía hasta entonces conocida, que vino a ser la de este nombre durante la Edad Moderna.

Ya en el primer tercio del siglo XX, situándonos en 1923, un grupo de devotos se unen en la Iglesia Mayor para reorganizar la hermandad de la Soledad, recorriendo un largo camino hasta llegar al año de 1930, que es cuando se elige nueva junta presidida por Juan Moreno Corta. La cofradía realizaba su estación de penitencia sólo con la Virgen, y es en el año 1952 cuando el escultor Antonio Bey realiza por encargo de la hermandad la talla del Stmo. Cristo Yacente que desde entonces antecede al paso de la Soledad.

La lejanía de su capilla obligaron en esos años a que la hermandad hiciera su estación de penitencia desde otros templos; durante bastantes años la realizaba desde el convento de las madres Agustinas acompañada por el coro de los Hermanos de la Salle. También llegó a salir desde la Iglesia Mayor. Y en los años 70 salía en la noche del Viernes Santo recogiéndose en San Telmo, volviendo a su capilla en procesión el Sábado Santo.

En 1977, debido al estado de ruina en que se encontraba la capilla, ésta tiene que ser cerrada al culto, comenzando la hermandad el proyecto de nueva fábrica de su actual capilla, ubicada en el mismo lugar que ocupaba la anterior del año 1525. Un largo camino que se iniciaba el 8 de diciembre de 1979 con la bendición de la primera piedra. La hermandad, con admirable entereza reuniendo fondos y materiales, y la ayuda de todo el pueblo de Chiclana, hizo posible que el 26 de mayo de 1996 fuera bendecida la nueva capilla. El día antes, la Virgen volvía a su templo, en la calle Vid, trasladándose bajo palio desde el Santo Cristo, donde la hermandad tuvo su sede mientras duraron las obras de su nueva iglesia.

Por Alberto Morales

Fuentes:

Laurel y rosas. Historia, cultura y patrimonio en Chiclana de la Frontera desde sus orígenes hasta nuestros días (Juan Carlos Rodríguez, 2020).

Chiclana en el romancero. Dos pliegos de cordel del siglo XVII. (Juan Rodríguez Ballesteros, 2007).

Revista El Trovador.

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