Cofradías asistenciales u hospitalarias, compañías del Rosario, cofradías de sangre y luz… son los orígenes de nuestras hermandades de gloria y penitencia, respectivamente. Unas agrupaciones cristianas dedicadas a la caridad, la oración y la penitencia que hunden sus raíces en la Edad Media, etapa de siglos a veces erróneamente estereotipada como oscura y homogénea.
Las cofradías en Chiclana de la Frontera tienen su origen durante el lento proceso de repoblación entre los siglos XIV y XV. Tras la reconquista por el rey Fernando III el Santo en 1251, este lugar perteneciente al alfoz de Cádiz había quedado casi despoblado y poco defendido. Así estaba cuando en 1303 la aún aldea yerma ubicada en territorio de Frontera, entraba por merced del rey Fernando IV a formar parte de los dominios de los Guzmanes (que en tiempos del rey Juan II, ya en 1445, serán Duques de Medina Sidonia). La repoblación fue lenta, pues no es hasta el siglo XV cuando queda configurado el que fuera el primitivo núcleo poblacional ubicado en torno al castillo del Iro.
Para la defensa de las villas en dominios cristianos, además de las fortalezas que defendían los lugares de las incursiones moras (más aún tratándose de zonas fronterizas con el reino nazarí) también fue necesaria la labor que en aquella época ejercían las cofradías, tanto espiritual como civilmente. Y la primera cofradía documentada es la de San Martín y Nuestra Señora de los Remedios, que ya venía ejerciendo su labor asistencial hospitalaria desde antes de 1430. Una cofradía erigida con el apoyo de los condes de Niebla (más tarde duques de Medina Sidonia), los cuales ejercían el cargo de Hermano Mayor de la misma. Por su parte, la Virgen de los Remedios – la primera que veneran los chiclaneros – era la imagen de campaña de los cristianos en la Frontera mora, donde con frecuencia se producían razzias o incursiones. Fueron los cofrades de San Martín quienes pusieron a la pequeña imagen concepcionista su advocación de Remedios (re- med– o meth-, que significa «la que protege o cura continuamente»).
La primera institución cofrade se erige con fines piadosos de atención a los enfermos y pobres. Esta labor de caridad cristiana que empezaban a ejercer los cristianos agrupados en cofradías adquiere gran repercusión a partir del siglo XIV, cuando la gran epidemia que asoló Europa había generado una gran necesidad de atención a los enfermos, haciéndose aún más necesaria la construcción de hospitales entre los núcleos urbanos. Así se irían conformando estas corporaciones que atenderán las necesidades de las nuevas villas bajo los nombres de sus santos protectores o patronos, como lo fue aquí con la Virgen de los Remedios, que aunque siglos más tarde el cabildo la nombra Patrona, ya lo era de la primera cofradía que existió en la villa desde el medievo.
A comienzos del siglo XV también aparecieron en España las cofradías denominadas de Santa María, cuya misión fue dar entierro digno a los difuntos. Aquí en Chiclana, y adjuntas a la cofradía de San Martín se fundan las hermandades de Santa María de los Hermanos y Santa María de las Hermanas, aunque será ya en la primera mitad del siglo XVI cuando se unifican dando como resultado a una cuarta hermandad: la del Santo Rosario. Así, cuando llegan a Chiclana los frailes Agustinos de la Orden de la Observancia, éstos se establecen en 1577 en la iglesia de San Martín, pasando la cofradía de este nombre al nuevo hospital que levantan poco después en la calle Corredera, mientras la del Rosario quedará instalada en la Iglesia Mayor.
Las compañías del Rosario también van a ser a partir de entonces la base de algunas de nuestras hermandades de gloria más antiguas, pues casi al mismo tiempo se funda la hermandad del rosario de Nuestra Señora de Guía, advocación de origen caballeresco que trajeron los duques de Medina Sidonia y que quedó establecida en la antigua ermita de la Señora Santa Ana, que era de propiedad ducal y cuya construcción en 1551 se debió a la duquesa Doña Ana de Aragón.
Paralelamente se constituyen las primeras cofradías penitenciales, que tienen su origen en los cultos a las reliquias de la Santa Cruz hallada por Santa Elena en el siglo IV y que generaron durante la Edad Media un incesante tráfico de reliquias por toda Europa originando numerosas fundaciones de órdenes, monasterios… y también cofradías, que se llamarían de la Vera Cruz.
En un primer momento durante el medievo, las cofradías de la Vera Cruz las conformaban hermanos disciplinantes y eran conocidas como cofradías de sangre, cuyas manifestaciones serían más tarde prohibidas por la Iglesia. Esto dio lugar a las llamadas cofradías de luz, que llevaban en su estación un crucifijo portado generalmente por un sacerdote acompañado de hermanos con cirios.
Los primeros documentos escritos que se conservan de la Hermandad del Santo Cristo de la Vera Cruz en Chiclana de la Frontera proceden de los años inmediatamente posteriores al Concilio de Trento (1545 – 1563), época en la que ya existía su capilla actual. Pero existen referencias anteriores en lo que fue la ermita de la Cruz de la Luz, ubicada a extramuros, entre la actual capilla y el conocido entonces como cerro de las peñas (Santa Ana).
Dicha ermita debió de ser de propiedad señorial, pues en Chiclana constan varias que se levantaron en mayorazgos o por iniciativa de la nobleza hasta bien entrado el siglo XVI, como fueron la de la Soledad en 1525; o Santa Ana y San Sebastián, ambas en 1551.
Será tras el Concilio de Trento cuando se ordenaba una serie de cambios referentes a los usos que se les debían dar a las ermitas y lugares religiosos (es sabido que algunos nobles en tiempos de guerra llegaron incluso a guardar en ellas sus armas y riquezas). Por ello estas reformas, que fueron confirmadas por las Constituciones Sinodales del Obispado de Cádiz de 1591 (siendo obispo Antonio Zapata y Cisneros), conforme al título sexto del concilio de Trento Sobre las Iglesias y Lugares Píos, establecen nuevas medidas que consolidarían el uso exclusivamente religioso de estos lugares. Las cofradías en esta época fueron beneficiadas por ello, pues muchas se harían cargo de las ermitas. La cofradía de la Vera Cruz levantaría su capilla hacia 1515 en su actual emplazamiento, entonces una encrucijada de caminos a la entrada de la villa, que conectaba a ésta con los campos de labor. Es por tanto la capilla más antigua de intramuros.
Por otro lado también hay constancia a finales del siglo XV de la primera cofradía gremial de mareantes, que levantó una ermita en honor de su patrono Pedro González Telmo (comúnmente conocido como San Telmo, aunque no ha sido canonizado oficialmente, sino beatificado en 1741), que era un fraile español de Frómista que acompañó como capellán militar al rey Fernando III de Castilla en sus campañas contra los andalusíes. Esta ermita estaba ubicada próxima al río Iro, por entonces la principal vía de comunicación que unía Chiclana con Cádiz y el mar. Será el Descubrimiento de América el acontecimiento que repercutirá notablemente en el desarrollo del comercio, pues de aquí salían productos tan básicos como el vino y el aceite con destino a las Indias. Este hecho que inaugura la Edad Moderna supuso el desarrollo de la navegación y en ello tuvieron mucho que ver los llamados mareantes, cofrades que gozaban de ciertos privilegios dada su disposición a ser embarcados en las numerosas flotas con destino al Nuevo Mundo, y que se tradujo en importantes ingresos para la cofradía.
Un culto medieval en Chiclana, quizás el más enigmático por la falta de documentación, es el de Nuestra Señora de la Soledad, pues esta dolorosa ya se veneraba antes de la construcción de su ermita en 1525 y que según los primeros documentos que se tienen, fue erigida en un mayorazgo ubicado en el pago que ya llevaba el nombre de Ntra. Sra. de la Soledad. Es por lo tanto la dolorosa más antigua de la ciudad y asimismo de las más antiguas de esta advocación en España, pues es sabido que la Soledad adquirió especial devoción a partir del siglo XVI en la corte de Felipe II, cuando la condesa María de la Cueva (camarera mayor de la reina Isabel de Valois) donaba en 1565 sus propios trajes de viuda para vestir a una imagen de la Virgen de la Soledad, alcanzando esta iconografía mariana una gran popularidad en todo el imperio español.
Por Alberto Morales
Fuentes:
Jesús D. Romero Montalbán: «El cerro de Santa Ana. Chiclana. Historia y culto» (2014).
«Los orígenes de las cofradías en Chiclana de la Frontera», por Jesús D. Romero Montalbán, en la revista Itinerario Cofrade (2018).