El Santo Cristo y el Nuevo Mundo

Vasco de Quiroga y la escuela escultórica novohispana

La técnica escultórica del Virreinato de Nueva España – del que procede el Santo Cristo de la Vera Cruz – se caracteriza principalmente por el empleo de la caña, médula de maíz o papel amate aglutinados con gomas vegetales. Esta técnica escultórica se va a mantener desde el siglo XVI hasta el XVIII sobre todo por medio de la escuela de Pátzcuaro. En esta ciudad de Michoacán – la de los indígenas tarascos – tuvo lugar un floreciente desarrollo cultural a partir del siglo XVI gracias al obispo castellano Vasco de Quiroga.

Nacido en Madrigal de las Altas Torres, Vasco de Quiroga es nombrado oidor de la Audiencia de Nueva España por la reina Isabel de Portugal (esposa de Carlos I y regente de España en los años en que éste se hallaba en sus dominios imperiales europeos). Una vez instalado en Nueva España en 1531, Quiroga funda el Hospital de Santa Fe para la atención de los indígenas y también ocuparía el cargo de visitador hasta 1537, cuando el rey Carlos I lo nombra obispo de Michoacán.

En dicha diócesis va a llevar a cabo una fructífera labor misionera realizando importantes construcciones tanto de tipo asistencial como culturales. Entre la labor cultural, a la vez que evangelizadora, va a destacar la creación de la escuela escultórica de Pátzcuaro, donde a lo largo de varias centurias se van a realizar imágenes de crucifijos con las técnicas de elaboración indígenas, es decir, con la caña de maíz o pasta de Michoacán. Esta escuela tuvo un activo periodo de producción que podemos estructurar en tres fases: un primer periodo desde 1530 a 1610 conocido como de renacimiento tardío; las realizadas a lo largo del siglo XVII, consideradas como obras del barroco indígena; y por último, el siglo XVIII , en que el arte se aparta de las influencias barrocas para pasar a un arte mestizo.

Con la técnica autóctona del empleo de materiales derivados de la planta de maíz, los nativos elaboraban en época prehispánica algunos de sus ídolos o dioses. Así, el maíz – alimento básico y divinidad para los originarios pobladores del continente americano – también servirá para la elaboración de la imaginería cristiana, representando esa fusión artística entre el Viejo y el Nuevo Mundo y una de las aportaciones pioneras del arte mestizo. Mientras los materiales y las técnicas escultóricas son aportaciones indígenas, las técnicas artísticas relativas al color de la piel, facciones y proporciones del cuerpo de la imagen son, a menudo, de origen europeo.

Imágenes dotadas de gran realismo, para su elaboración los artistas buscaban su dimensión natural, su policromía, y en muchos casos un realismo expresivo dado a través del movimiento y articulaciones, así como la abundancia de sangre.

El material conocido como pasta de Michoacán – la pasta de caña de maíz – por su ligereza permitía cierta agilidad para modelar las esculturas. La aplicación de ella a partir de entonces a la escultura cristiana es muy conocida, incluso en intervenciones que se han llevado a cabo en tiempos recientes han salido a la luz algunos aspectos antes desconocidos de las imágenes virreinales. A pesar de su aparente fragilidad, tanto en Méjico como en España se conservan en número considerable imágenes realizadas en pasta de caña de maíz de los siglos XVI y XVII. Y nuestra ciudad posee varios ejemplos de este arte tan peculiar.

La perdurabilidad de las imágenes a veces se ha atribuido al estuco o a los barnices, aunque todo ello hace suponer que se emplearon productos de origen vegetal como el toxicumo, un veneno extraído de las plantas con el que se pretendía preservar las esculturas de parásitos como la polilla. Tal vez esto se haya supuesto al analizarse estableciendo una comparativa entre las obras escultóricas indianas y las europeas, al poseer materiales tan heterogéneos.

Se ha observado, por ejemplo, que el armazón en algunas imágenes está construido con hojas de maíz, a veces según su tamaño y complexión unidas a pequeños soportes de madera. Primero se formaba un núcleo de hojas secas de maíz, dándole de forma aproximada la figura del esqueleto humano. Para ello amarraban las hojas unas con otras por medio de cordeles de pita. Sobre el armazón se aplicaba la pasta realizada con caña de maíz, una pasta que en principio era de consistencia esponjosa y fina, similar a la empleada en la alfarería. Y para proteger y al mismo tiempo reforzar las partes más débiles se colocaba sobre el armazón tiras de tela de algodón y lo recubrían con papel amate, sobre el cual extendían la pasta.

Después de este proceso y una vez seca la pasta, se aplicaba a manera de estuco una capa de pasta formada por arcilla muy fina (llamada titlacalli), que permitía el perfeccionamiento y retoque de la imagen. Y ya sobre la superficie estucada se aplicaban los colores tales como el de la piel y el cabello y, finalmente, se pulía a base de aceites secantes como el de la nuez.

Esta técnica escultórica vino a ser la más empleada en el rápido proceso evangelizador del Nuevo Mundo, especialmente en el territorio del actual Méjico; una técnica inventada in situ con la que se dotaría de imágenes a los nuevos templos, sirviendo a la conquista espiritual de Hispanoamérica.

Al contemplar la base artística de los indígenas, Vasco de Quiroga quedaría fascinado por sus obras y el material que empleaban, haciendo referencia a estas técnicas escultóricas de pasta de caña de maíz como «perfecciones de Michoacán». Fue él precisamente quien encargaría diversos trabajos escultóricos a los indígenas, entre los que es muy posible que se encontrase la talla del Santo Cristo de Chiclana, buen ejemplo del arte novohispano procesional y que mandaría traer el presbítero Pedro López Pacheco (uno de los hijos del célebre noble castellano Diego Pacheco y Portocarrero y Juana Enríquez de Velasco, su segunda esposa).

Por Alberto Morales

Fuentes:

– Valle Blasco-Pérez, Enriqueta González-Martínez, Alejandra Nieto-Villena: Composición y procedimiento de escultura ligera de caña de maíz a través de las crónicas novohispanas.

– Real Academia de la Historia: Diego López Pacheco y Portocarrero.

– Morales Padrón, Francisco, Historia General de América (1975).

Imágenes:

  • Arias Restauro. Ilustración de la conferencia de la restauradora-conservadora Carmen Arias. Ciclo Cultural de la Hermandad de la Vera Cruz (2017).
  • Fotografías del Santo Cristo de la Vera Cruz en su capilla, por Mercedes Cebada y Pedro Torres

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