Entre la documentación más interesante con referencia a la Virgen de Guía en el siglo XIX son los que indican el restablecimiento del culto a dicha advocación venerada en la capilla del Santo Cristo, y cuya primitiva imagen era ya venerada en el siglo XVI en la ermita de Santa Ana. Es una de las más antiguas devociones marianas de la ciudad, pues era una de las advocaciones propiciadas por los señores de la villa, los duques de Medina Sidonia, desde época bajomedieval.
Ya en el siglo XVIII, con el abandono de la antigua ermita de Santa Ana construida por iniciativa de Doña Ana de Aragón, duquesa de Medina Sidonia, la hermandad de Guía fue trasladada al Santo Cristo y desde este lugar ya participaría de las funciones principales de 1761 con motivo del patronazgo de la Inmaculada Concepción sobre España, ya con la actual imagen atribuida a Domenico Giscardi, autor que fue también de las actuales Santa Ana y la Virgen Niña realizadas para la nueva ermita, uno de los más valorados escultores de la escuela gaditano-genovesa del XVIII. La hermandad de Guía vivía así una de las etapas de mayor esplendor de su historia, al igual que la del Santo Cristo, como bien queda mostrado por el aumento del patrimonio artístico en esta época de la que también procede su titular María Santísima del Mayor Dolor.
Además, en 1783 la hermandad de Guía promueve perfeccionar la capilla del Santo Cristo y se encargará de una de las reformas más importantes que ha experimentado dicho templo, solicitando al Concejo una barra de terreno del camino de Fuente Amarga; proyecto que se encarga a D. Torcuato Benjumeda.
El primer tercio del siglo XIX trae grandes momentos de dificultades para la sociedad en general (epidemia de 1800, invasión francesa y guerra de la independencia…) y en particular las cofradías, que verán menguadas sus propiedades con las desamortizaciones.
Pero la hermandad de Nuestra Señora de Guía renacerá con fuerza a partir de 1849, cuando volvemos a tener datos de ella desde la solicitud efectuada anteriormente por el cura teniente de San Juan Bautista, D. Miguel Ramírez, para que continúe dando en la capilla del Santo Cristo los cultos a la Virgen de Guía. Solicitud a la que accede con satisfacción el obispo Domingo de Silos el 25 de enero de 1849. Además, se concedía cuarenta días de indulgencia a todos los fieles que concurran a cualquiera de los actos piadosos que se practiquen.
En la misma solicitud se encarga y ruega que pidan por los clérigos, instruyan a los niños que asistan a la referida capilla en la próxima cuaresma en la Doctrina Cristiana, y en todo tiempo del año cristiano, concediendo igualmente cuarenta días de indulgencias a cuantos asistan a dicha doctrina o lectura del año cristiano.
Esta solicitud fue aprobada el 25 de abril de 1849 con intención de reactivar los cultos que ya se realizaban anteriormente. Aunque en esta ocasión también se aprueba la realización de un rosario público todos los domingo y las fiestas principales, en desagravio por las blasfemias que solían oírse. Esto se contextualiza teniendo en cuenta el clima político liberal del siglo XIX.
Más tarde la hermandad quedó reorganizada, el 4 de febrero de 1851, ante una nueva petición de D. Miguel Ramírez al sr. obispo, con arreglo en todo a lo provenido en la Real Cédula y en los términos que en la misma se previene y se hallan aprobados los estatutos, concediendo además cuarenta días de indulgencia a todos los que se asocien a dicha cofradía y otros cuarenta por cada vez que asistan los primeros domingos de cada mes a la referida capilla a honrar el Stmo. Nombre de María. El 20 de septiembre de ese año de 1851, la Reina Isabel II aprobaba los nuevos estatutos de la Hermandad de la Virgen de Guía.
También constan otras bulas y beneficios que fue solicitando la recién restaurada hermandad, como fue la bula de la Santa Cruzada redactada en Madrid el 20 de octubre de 1852. Las bulas fueron privilegios otorgados a cambio de una aportación económica que, en principio, se destinaba a los gastos de las guerras contra los infieles, pero que más adelante llegó a emplearse para el mantenimiento del culto y obras de caridad. La bula siguió otorgándose hasta mediados del siglo XX, aunque su producto se destinaba solo a las necesidades de la Iglesia, existiendo en cada obispado comisarios que llevaban libros especiales para contabilizar los recursos provenientes de la Bula, que han generado series muy voluminosas en los Archivos Capitulares.
Por Alberto Morales
Fuentes:
. Hermandad de la Vera Cruz: https://hdadveracruzchiclana.blogspot.com/p/guia.htm
Arias, Carmen, Devoción de un legado, en Boletín de la Hermandad Vera Cruz Chiclana, págs 31-35http://www.youblisher.com/p/1088836-Boletin-Hermandad-Vera-Cruz-2015/