El vacío. Huérfanos de sentimientos. Así nos encontramos la mayoría,
¿verdad? Hemos estado un año soñando con cómo sería ver cruzar el Huerto
por el puente o la Soledad bajo palio y, de repente, se ha marchado, sin más.
Si normalmente, esta semana, es la semana de la depresión para los cofrades,
después de vivir la peor Semana Santa de la historia, con permiso de las
pandémicas, uno solo puede preguntarse… y ahora ¿qué? No tenemos
videos, no tenemos anécdotas para recordar durante el año, no hay grandes
análisis… ¿Cómo sobrevivimos a esto? Pues muy fácil, con ilusión.
¿Ilusión por la próxima Semana Santa? No, para eso queda aún mucho, más
de un año.
Ilusión por la vida de hermandad, por los proyectos que se quedaron a
medias, por las convivencias y por todo el trabajo que queda por delante.
Entiendo que alguien que solo va a su hermandad el día de la salida llore si
ésta no sale, pero el cofrade que está siempre en su hermandad y trabaja por
los proyectos que quedan por hacer, sabe que todo lo bueno está por venir.
Lo malo, las hermandades que cierran sus puertas después del desmontaje de
los pasos y no se vuelven a preocupar hasta que tengan que volver a buscar
el dinero para la cera, las flores y las bandas. Normal que lloren. Perdieron
la ilusión, perdieron la vida de hermandad y se quedaron viviendo solo en el
día de la salida, donde la hermandad se hace cofradía. Es triste, pero es una
realidad.
¿La solución? La ilusión, el trabajo, el pensar en grande y en ser conscientes
que un año sentado en el sofá es muy largo, pero un año trabajando se hace
corto. Porque luego, cuando llega la cuaresma y los estrenos, todo vemos
quien se sentó en el sofá y quien trabajó todo el año. Y las comparaciones
son odiosas ¿verdad?
Ilusionémonos y trabajemos, veréis que rápido pasa el tiempo y, en un abrir
y cerrar de ojos, estaremos de nuevo en la Salle.
Jorge Marcial