Llega ya la última recta de nuestra cuaresma, y no podemos terminar esta última entrega del Canon Cofrade, sin terminar nuestro monográfico sobre la trascendental figura del nazareno.
Debemos poner en valor la gran herencia que supone la túnica. Como si fuera una línea dinástica, nos une directamente con el sentir devocional de los primeros cofrades del siglo XVII, que se invisibilizaban ante la sociedad, para que solo Dios los viera. Que a través de su figura alzaban las oraciones ante el Altísimo. Y todo esto nunca ha dejado de estar vigente. Es por ello por lo que debemos respetar a la túnica, y no tratarla como una equipación de futbol.
Es por ello, que aunque todos lo sepamos, no está mal recordar la lección. Y desde el Senatus, dejamos un decálogo de buenas prácticas para el nazareno.
- No usar pinta uñas si tu túnica no tiene guantes.
- No usar anillos, ni pulseras que te identifiquen. Tan solo la alianza matrimonial si hubieras recibido el sacramento.
- Prohibido tajantemente el uso de zapato deportivo, y con colores estridentes. Usar un zapato clásico cerrado de cordones de color negro, o sandalia franciscana (mocasines, zapato Oxford, o manoletinas para las mujeres).
- No jugar con el cirio en filas. No pasárselo de mano en mano, no usarlo como un juguete a modo de espada, y demás practicas poco decorosas.
- No pasarse fuego entre los nazarenos. Esperad a que los monaguillos, o personas encargadas os enciendan la vela.
- Hablar lo mínimo e indispensable.
- No sentarse en coches o bordillos.
Recordad que la estación de penitencia empieza en casa, desde que te revistes con la túnica. Por ello, ve sin pararte, y sin hablar con el vecino al templo, o capilla desde donde salgas. Sin quitarte el antifaz, guarda y respeta tu anonimato. Del mismo modo, si estas revestido cuando termine la procesión, vuelve a casa, con el antifaz puesto. Ya habrá tiempo de ir al bar, pero respeta tu túnica, respeta a tu hermandad, y respétate a ti como seguidor de cristo. Con la túnica puesta, ya estas dando testimonio público de tu fe.
A todos, hermanos, disfrutad lo que nos está por venir.
Feliz estación de penitencia, nazareno.
Por Pablo González Sánchez